SIEMPRE VA POR DENTRO SANTIAGO J. MARTÍN
Había estado viajando 27 años, todos los veranos, a donde el petardo de su marido, ya ex, afortunadamente, decidía. Y como era un flojo de espíritu, un sin sangre absoluto, siempre se le ocurrían lugares tópicos, demasiado habituales: luna de miel a Mallorca, Semana Santa a Murcia, los quince días de verano a Torremolinos, y si había algún puentecito aprovechable, pues a Lourdes.
Menos mal que de vez en cuando se le ocurría alguna
“locura” y terminaban en Andorra para el puente de la Constitución o en las Fallas para
San José.
El día que tuvo que decidir ella, porque les anularon la
reserva de Fuengirola y su marido estaba ingresado con apendicitis, se notó,
pero bien. Se fueron los cuatro, ya tenían a los gemelos, a Cabo Verde.
Aquello, de todas formas, es otra historia.
Muchos se estarán preguntando que hacía esta mujer,
Cristina, casada con Eduardo durante 27 años. Bueno él era un rollo de tío,
pero ella, ella. Mejor me lo callo.
Lo cierto es que los niños ya no eran niños y se marchaban
por su cuenta todos los veranos, que no de casa, donde vivían a cuerpo de rey.
Ella, por primera vez, tenía todo el invierno para pensar en sus próximas
vacaciones. Fue salir del despacho del abogado matrimonialista con la sentencia
de divorcio en sus manos y empezar a planificarlo todo.
Pero a veces no es tan fácil como parece. En algún momento
llegó a comparecerse de Eduardo y comprender que terminaran siempre en una
playa familiar de la Costa del Sol o de Benidorm. Allí solo estuvieron un
verano, que coincidió con lo del escándalo de los niños en el cole. Mejor
olvidarlo.
No se rindió Cristina y decidió echar mano de una voz autorizada y aséptica. No
quiso recurrir a ninguna de sus amigas, ni siquiera a las divorciadas, que
llevaban una palabra escrita en la frente durante todas las vacaciones, que a
ella le resultaba desagradable y ordinaria: FOLL…
Así que, un día a la vuelta del trabajo, echó mano del
Chatgpt. Solo tendría que poner los ingredientes básicos y el “guiso” saldría
en su punto.
Por un momento tuvo dudas. Su última experiencia con el
programa de inteligencia artificial fue desastrosa. Terminó haciendo el
ridículo delante de toda la familia. Menos mal que era la familia.
Ahora sería diferente. Hizo varias intentonas. Los
parámetros de búsqueda eran fundamentales. Había que pensarlos bien para que no
le ocurriera como la última y terrible ocasión.
Pusiera lo que pusiera le salían opciones que no le
atraían en absoluto: Denia, Barcelona, Puerto de Santa María… Al fin y al cabo los
resultados no dejaban de ser destinos de masas. Tampoco podía esperar mucho más
en el país más turístico del mundo, o casi.
Al final se le ocurrió la palabra mágica. Feo. Eso es,
quería ir a un sitio donde no fuera nadie, y qué mejor que un lugar que se
distinguiera por ser el más feo de España. ¿Qué dijo la I.A.? Pues, Algeciras.
La belleza siempre había que descubrirla, encontrarla,
sentirla, valorarla. Era una estupidez pensar que todo entra a primera vista.
¿Qué pasa con el interior? Las ciudades, los pueblos, los paisajes también
tenían su cara B y, quizás, podría ser maravillosa, o al menos había que
buscarla, y eso, ya la motivaba. Algeciras. De todas formas, muy convencida
tampoco estaba.
Automáticamente asociaba el nombre de la ciudad gaditana
al tráfico de drogas. Drogas, palabra maldita. Y qué recuerdos, de todo tipo,
de aquel viaje de fin de curso a Amsterdam. Inolvidable.
Decidido, iría a Algeciras. A punto estuvo de reservar en
un hotel de 4 estrellas. No, mejor no. Aquello sería un error. Demasiado
contraste entre el día y la noche. Iría a un camping. Eso es. Jamás había
dormido en una tienda de campaña. Estaría más cerca de la gente normal, de la
que busca aventuras y experiencias.
Y desde luego fue un acierto en lo que se refiere a
aventuras y experiencias, lo que pasa es que en el libro de instrucciones de Unas buenas vacaciones, no especifica si
las vivencias van a ser buenas o malas.
Empezando por montar una tienda de campaña. Y eso que
cogió de las que tiras de aquí y ya está montada. El problema fue que, sin
querer y sin saber, al expandirse la tienda Igloo rompió parte de la residencia
canina que habían instalado los de la caravana de al lado para su bulldog
francés de 4 años. Hubo bronca y allí sacó ella a relucir sus raíces de
Orcasitas, versión años 80.
Después de este intercambio de pareceres con los vecinos
del Camping decidió dar por terminada su experiencia campista. El chat le
propuso dormir en la playa, al menos ese día. Y mal hecho, porque estaba
prohibido. Se convirtió durante un rato en una fuera de la ley, junto con dos
grupos de jóvenes que estuvieron bailando desquiciados toda la noche. Eso sin
contar los borrachos que se iban añadiendo a la arena según cerraban las
discotecas cercanas. Allí conoció a Julián. Un empleado de la limpieza de la
playa del Rinconcillo que le ayudó a recoger sus cosas y le invitó a desayunar.
¡Cómo la vería!
Julián era un nombre falso. El verdadero era
impronunciable para ella. El árabe no había sido nunca su fuerte. Si al menos
hubiera sido Mustafá o Mohamed, ahora lo recordaría. Lo que no olvidó fue la
historia que le contó el muchacho, de cómo llegó hasta allí. Demasiada bonita
para ser verdad. Al menos, pasó un buen rato.
Justo tres días después de llegar a Algeciras decidió un
súbito cambio de planes. Llamó a su amiga Andrea y puso rumbo a un nuevo
destino. Esta vez con un cartel figurado escrito en la frente y que empezaba
por efe.
Redondo relato, del que estoy segura podrían salir más. Gracias por la iniciativa.
ResponderEliminarViajera insatisfecha, el destino nos depara situaciones que en la realidad seguro son mucho más truculentas. Relato que propone un reto, como acabará Cristina y sus peripecias?
ResponderEliminarCon este relato, Santiago, nos abre la puerta para desarrollar las peripecias de Cristina y su familia. Adentrarnos en su perfil psicológico, sus temores y retos. Por lo tanto con una estructura abierta y muchos interrogantes por resolver, iremos completando a lo largo del mes, sus aventuras hasta convertirlo en un relato redondo.
ResponderEliminarEnhorabuena por esta iniciativa.
Santiago vuelve a ejercer de profe con este relato-marco del que deberemos sacar historias tangenciales que no contradigan ni la personalidad de los personajes ni sus peripecias. No es nada fácil crear propuestas, es un acto de imaginación más. Reto al que nos enfrentamos para hacer -Ojalá- un relato coral.
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