09/08/2024

EL RELATO DE AGOSTO

 

UNA FLOR EN EL CULO                                            SANTIAGO J. MARTÍN

No esperaba yo morir tan joven, pero es lo que me tocó. Aunque la verdad me tocaron más cosas. Con 25 años, una novia que tuve, que en paz descanse también, y yo, acertamos una primitiva: 40 kilos. Aquello nos pareció lo más, cuando en realidad iba a suponer lo menos.

A los dos años, Maribel, aquella novia que tuve, falleció en uno de aquellos saltos base a los que se aficionó cuando se dio cuenta que ya lo había probado todo y que nada le producía tamaña excitación. Sucedió en Croacia. No recuerdo bien el lugar. No llegué a ir. Repatriamos el cadáver y aquí tuvo Maribel un entierro como probablemente no se merecía. Tampoco voy a entrar ahora en interioridades, cuando ninguno de los dos estamos vivos para defendernos.

Yo en cambio me comporté como un muchacho sensato. No dejé mi trabajo en la papelería de mis padres, seguí frecuentando con mis amigos de toda la vida y me permitía, eso sí, vacaciones especiales: Maldivas, Castillos del Loira, Paradores…

Sé que era algo mediocre, pero la insignificancia en esta vida tampoco se arregla con dinero. Y no fue de mucha ayuda tener más de 15 millones en el banco para luchar con éxito contra mi cáncer de médula espinal.  Vi llegar mi final, entre muchos dolores, y tiempo tuve de hacer un testamento en condiciones.

Fui cariñoso y delicado con mis padres, sin apenas reparar que era adoptado, que me jodió saberlo al día siguiente de acertar aquella lotería. ¿Qué pasa, que no tuvieron cojones para decírmelo hasta que hubiera otro destello (el dinero) que borrara aquella situación, nada sobrevenida?

Resumiendo: a mis padres les deje el 80% de mi fortuna inmaculada y el destino del otro 20% fue lo que más sorprendió a todo mi entorno.

Ahora es cuando me toca hablar de mi tía Trini. No sé muy bien por qué le llamaba tía, porque no era hermana ni de mi padre, ni de mi madre, que tampoco eran ni padre, ni madre.

Solo puedo decir que Trini, la tía Trini, siempre estaba allí cuando se la necesitaba y también cuando su presencia no era en absoluto bienvenida. Pero esa mujer tenía algo. Era, bueno es, soy yo el que ya no soy, una mujer sin muchas pretensiones.

Trini me quiso, me odió, me ignoró, me puteo, me llevó por primera vez al cine, me abrazó cuando no quise hacer la primera comunión.

Me fui de este mundo sin tener una conversación en condiciones con esa tía que no lo era. Pero voy a decirlo, con la serenidad que me da ver las cosas desde este lado, yo la quería, y posiblemente ella también a mí. La verdad es que ese amor indeterminado tampoco fue intenso, pero si sincero y aquello para mi valía el 20% de un pellizco de euros que todavía tenía en mi cuenta corriente.

Cuando Trini se enteró de la herencia que le había caído encima no dudó ni un solo momento en lo que tenía que hacer con ese dinero. Nada de marihuana, nada de fiestas, nada motos, nada de otro piso.

Trinidad no era una gran seguidora de las series de televisión, excepto de una: White Lotus. Poco es lo que puedo decir yo de esa historia televisiva, que nunca vi. Por lo que ella me comentaba, sé que trata de un hotel, de varios hoteles de lujo, donde suceden historias de lujo, pero decoradas con las miserias de sus huéspedes.

No dudó mi tía en coger los tres millones, menos impuestos, y embarcarlos en una aventura chapucera  a la sombra de esos hoteles resplandecientes, como falsos, que tenía entre ceja y ceja.

Como ella no era demasiado experta en negocios de ningún tipo, tuvo que delegar en las personas que pululaban a su alrededor. Bazofia. Pura bazofia.

Su hermano Miguel, que no era el tío Miguel, ni mucho menos, fue el encargado de dilapidar mi dinero y las ilusiones de su hermana.

Consiguió un buen casoplón  semi abandonado al borde de un lago, en Finlandia. Según Miguel, a buen precio. Luego empezó una ruinosa búsqueda de empleados que pusieran en marcha un simpático e irrealizable proyecto de destino paradisiaco de vacaciones.

Por su despacho fueron desfilando: carpinteros, recepcionistas, electricistas, arquitectos, camareras de planta, chefs, directores generales, socorristas de piscina, botones, aparcacoches… y muchos más.

Todos depositaron sus curriculums para optar a un empleo en el futuro Hotel Trinitorum. La incompetencia de todos y sobre todo las mentiras de esas hojas de experiencia laboral hicieron que  Trini y su hotel solo tuvieran  4 semanas de vida conyugal. Después de un mes las deudas, los fracasos con los escasos huéspedes y el chorreo de dinero perdido provocaron que mi pobre tía, se liara un canuto, hiciera la maleta y se fuera a un camping en el Mediterráneo.