CARETAS
FUERA MANUEL
GIL
¡Llegó! Mira que lo he
temido. Siempre ha estado sobre mi cabeza, como la espada de ese Damocles, que
no se ni quien era, un griego creo, pero es que la evidencia es tan difícil de
soslayar. ¡Malditas leyes de Mendel!
¡Malditos genes! chivatos de mierda.
Me duele por Laura. Yo la
quiero, hemos compartido tantas cosas. Sí, tal vez digáis que más de las
convenientes. Pero es que la vida es injusta y a veces por pequeños detalles…
Mucha gente se pregunta
como pude estar 27 años casada con Eduardo, y yo hoy quiero ser sincera.
Siempre he querido salirme con la mía. He sido una mujer inconformista y he
buscado los medios para lograr las cosas.
Yo no estaba enamorada de
Eduardo. No puedo decir que fuera mal tío, pero anodino y previsible como él
solo. No tiene chispa, ni carisma, parece que todo lo tuviera trazado en una
libreta tan gris como él.
Recuerdo la luna de miel
en Mallorca. La primera noche fuimos a una barbacoa espectáculo, con una puesta
en escena de dudoso gusto, digo lo del dudoso gusto, si no eras un hortera, que
si lo eras, podías disfrutar desde tunos, hasta unos mariachis que como broche final nos regalaron
un sombrero charro, una cosa entre papel y falso fieltro, horroroso. Una vez en
el hotel mi intrépido marido, tuvo una idea imaginativa, que consistía en salir
del baño vestido únicamente con el sombrero, que debía colgar, para asombro
mío, de la enhiesta percha de su miembro, que para decir verdad, tampoco es
como para echar cohetes, pero desdichadamente para él, no se si por la ingesta de
alcohol, o por la razón que fuera, la percha no tuvo el suficiente vigor para
soportar el horroroso sombrero. Avergonzado por tal circunstancia, acabó
tropezando con una silla, cayéndose y haciéndose un bonito cardenal, para acto
seguido dormirse como un bendito, eso sí, acompañado por unos melódicos
ronquidos, a los pocos minutos.
Esto es solo un ejemplo,
cosas parecidas o incluso en muchos casos, nada, habría para contar de otros
muchos viajes. Torremolinos, Murcia, Lourdes, que siempre era una opción influenciado
por su devota madre.
Yo moría por Oscar, tenía
todo aquello de lo que carecía Eduardo, sexi, guapo, y todo hay que decirlo, un
puntito canalla. Era su socio y su mejor amigo, pero cuando le conocí, yo había
empezado ya a salir con Eduardo y él tenía fecha para su boda con Laura. En su
código de conducta entraba el seducirme, como a cualquier mujer que se le
pusiera a tiro y lo hizo, y le dejé hacer. Me enganché mucho, mucho más de lo
prudente. Las primeras veces en una habitación de hotel, champán, buena
ambientación y recuerdo que hicimos el amor en cuantas posiciones, nos aguantó
el físico y el indómito deseo. Me entusiasmó la parte suave que practicamos al
ritmo de unas melancólicas mornas de Cesaría Evora, él sentía pasión por Cabo
Verde. Ya contaré que cuando Eduardo tuvo apendicitis y pude esquivar las
vacaciones de Fuengirola, elegí Cabo Verde, que también tiene lo suyo.
Lo cierto es que me casé
con Eduardo porque así podría estar cerca de Oscar, que nunca hubiera
renunciado a su boda con Laura. Con esa boda conseguía una posición económica
aceptable, y aunque a veces me irritaba lo petardo que podía llegar a ser, mi
vida era cómoda y tenía su punto de emoción con las aventuras a veces con
cierto riesgo que propiciaban mi relación con Oscar.
Han pasado los años.
Oscar que es un redomado egoísta se fue alejando para merodear por otros lares.
Soporté con cínico estoicismo, las lágrimas que Laura vertió sobre mis hombros
cuando me contaba las infidelidades de las que ella tenía conciencia y de las
que sospechaba.
Los gemelos se han hecho
mayores y hacen su vida. Oscar y Laura se fueron a Estados Unidos, él liquidó
su sociedad con Eduardo y aprovechó una oportunidad de negocio con un amigo que
conoció en un club de tenis y que tiene una mujer mucho más joven y guapa.
Yo he conseguido el
divorcio y tengo cantidad de proyectos en mente. He tenido experiencias a veces
un tanto extravagantes. Tiempo habrá de hablar de todo ello, no tengáis duda.
Hacía años, que no veía a
Laura ni a Oscar y recibí una notificación de ella. Estaba tramitando su
divorcio y se venía unos días a España. Me hablaba de las ganas que tenía de
verme y de que nos pusiéramos al día sobre nuestras vidas.
Y ese día ha sido hoy. El
reencuentro, en mi casa, fue emocionante, reímos, lloramos y afloró el mutuo
cariño entre nosotras. Quizás yo, por la costumbre y por el ir viéndolos día a
día, porque mis gemelos no se fueron de casa, no había percibido eso. Pero en
un momento dado Laura se fijó en una foto reciente de los muchachos y su rostro
cambió bruscamente de expresión. Enmarcados en plata sobre el mueble del
escritorio había dos réplicas exactas del rostro de Oscar, era tan evidente,
que me faltaron las palabras. Terminamos la conversación, que cambió el tono,
como si de repente no tuviéramos más que decir y nos despedimos entre confusas
y nerviosas.