19/07/2024

EL RELATO DE JULIO. CRISTORIAS 2

 

LO TUVO BIEN MERECIDO                                               JUANA DOMÍNGUEZ                     

 

Está tarde tengo que ir a la agencia a buscar la reserva de mi gran viaje. Voy a llamar a mi amiga Andrea, por si quiere acompañarme.

 

-Andrea no me critiques más. Voy a ir donde mejor me parezca, no me jodas con tanto inconveniente. No vengas, no me haces falta. Ya te contaré a la vuelta como me ha ido.

 

En qué hora la habré llamado ¡Cristina, aquí hay muchos lugares que no conocemos! Me dice la muy cabrona.

 

-Si te parece me voy a Benidorm, tendría que haberle contestado.

 

Allí estuvimos el verano que coincidió con el escándalo de los gemelos en el colegio, y que siempre he querido olvidar. Que follón se organizó, y mis niños en el centro de todo, para vergüenza mía, son un calco de Oscar su padre natural, guapos y canallas.

 

¡Qué escándalo! Pero en aquel momento yo los apoyé, la niñata se lo tuvo bien merecido. Ancha de caderas, pantalón tan corto que le asoma el glúteo por debajo, pecho abundante y bien marcado, morena con andares de aquí estoy yo. ¡Y la boca!

 

Un curso acelerado de tacos, insultos e improperios, debían darle en su casa todos los días. Una putita de 15 años.

 

¡Que ocurrencia! Ahora me río. La princesita tenía encandilado a medio colegio. A este le beso, a aquel le magreo, ¡y a mis gemelos! un día con uno y otro día con otro. Hasta que les cortó el rollo de mala manera en el patio del colegio, delante de todos, pequeños y grandes.

 

-¡no tenéis picha suficiente para mí! les soltó.

 

Supe todo lo ocurrido el día que la directora del colegio nos llamó a careo, con los padres y la niñita. Mis hijos habían aguantado sin inmutarse, del desplante del patio, todo lo que les quedaba de curso. Eso me contaron después.

 

La noche de fin de curso, la princesita apareció con un traje largo, rojo coral, de escote generoso y dos tirantes finitos, por toda sujeción. Mis hijos decidieron que ese día se vengaban. Con la excusa de que tenía un hilo en la espalda, le cortaron las tirinas del vestido, dejándolas unidas mínimamente al vestido. En plena fiesta en mitad del salón, uno, no se averiguó quién, le piso el vestido, éste se le cayó hasta las rodillas, dejándola desnuda, iba sin sujetador y con un tanga de mínima expresión. El ridículo no le impidió volverse y darle un bofetón al más cercano, que no tenía culpa de nada ¡lo que salió de su boca!

 

¡Me cago en…, cabrón, hijo de…! que espectáculo, mis hijos en un rincón del salón, se retorcían de risa.

Tres días después, la directora nos convocó, a nosotros y a todos los padres de la clase, con nuestros respectivos hijos. Los padres de la joven, querían averiguar quién había sido el artífice de las vejaciones a su princesa y tomar represalias. Mis hijos negaron la autoría por supuesto. Y yo les apoye en todo momento, Arturo mi marido, no sabía dónde meterse, ni que decir, un sin sangre absoluto, un rollo de tío. No acababa de creer que sus hijos pudieran organizar tal desastre.  Acepté pagar la parte del vestido que nos correspondía (el vestido lo pagamos entre todos los padres), nosotros claro está, doble. Nadie delató a mis hijos, y el asunto quedó en un despiste del culpable del pisotón, que habían pactado previamente. Asunto que no he vuelto a recordar, hasta ahora.

 

Como castigo, mi marido decidió que ese verano iríamos a Benidorm, allí no tendrían contacto con ningún compañero de clase, que veraneaban en el norte la mayoría, o no veraneaban.

 

Y allí, en el piso 22 de una torre, que imita las de Nueva York, con vistas al mar infinito por un lado, y por otro con un parque de atracciones, decidí que mi vida cambiaría. Haría todo lo posible para viajar a lugares recónditos, lejanos. No volvería a pasear por una playa llena de gente, a cualquier hora del día, como aquella.