LO TUVO BIEN MERECIDO JUANA
DOMÍNGUEZ
Está tarde tengo que ir a la agencia a buscar la reserva de
mi gran viaje. Voy a llamar a mi amiga Andrea, por si quiere acompañarme.
-Andrea no me critiques más. Voy a ir donde mejor me
parezca, no me jodas con tanto inconveniente. No vengas, no me haces falta. Ya
te contaré a la vuelta como me ha ido.
En qué hora la habré llamado ¡Cristina, aquí hay muchos
lugares que no conocemos! Me dice la muy cabrona.
-Si te parece me voy a Benidorm, tendría que haberle
contestado.
Allí estuvimos el verano que coincidió con el escándalo de
los gemelos en el colegio, y que siempre he querido olvidar. Que follón se
organizó, y mis niños en el centro de todo, para vergüenza mía, son un calco de
Oscar su padre natural, guapos y canallas.
¡Qué escándalo! Pero en aquel momento yo los apoyé, la
niñata se lo tuvo bien merecido. Ancha de caderas, pantalón tan corto que le
asoma el glúteo por debajo, pecho abundante y bien marcado, morena con andares
de aquí estoy yo. ¡Y la boca!
Un curso acelerado de tacos, insultos e improperios, debían
darle en su casa todos los días. Una putita de 15 años.
¡Que ocurrencia! Ahora me río. La princesita tenía
encandilado a medio colegio. A este le beso, a aquel le magreo, ¡y a mis
gemelos! un día con uno y otro día con otro. Hasta que les cortó el rollo de
mala manera en el patio del colegio, delante de todos, pequeños y grandes.
-¡no tenéis picha suficiente para mí! les soltó.
Supe todo lo ocurrido el día que la directora del colegio
nos llamó a careo, con los padres y la niñita. Mis hijos habían aguantado sin
inmutarse, del desplante del patio, todo lo que les quedaba de curso. Eso me
contaron después.
La noche de fin de curso, la princesita apareció con un
traje largo, rojo coral, de escote generoso y dos tirantes finitos, por toda
sujeción. Mis hijos decidieron que ese día se vengaban. Con la excusa de que
tenía un hilo en la espalda, le cortaron las tirinas del vestido, dejándolas
unidas mínimamente al vestido. En plena fiesta en mitad del salón, uno, no se
averiguó quién, le piso el vestido, éste se le cayó hasta las rodillas,
dejándola desnuda, iba sin sujetador y con un tanga de mínima expresión. El
ridículo no le impidió volverse y darle un bofetón al más cercano, que no tenía
culpa de nada ¡lo que salió de su boca!
¡Me cago en…, cabrón, hijo de…! que espectáculo, mis hijos
en un rincón del salón, se retorcían de risa.
Tres días después, la directora nos convocó, a nosotros y a
todos los padres de la clase, con nuestros respectivos hijos. Los padres de la
joven, querían averiguar quién había sido el artífice de las vejaciones a su
princesa y tomar represalias. Mis hijos negaron la autoría por supuesto. Y yo
les apoye en todo momento, Arturo mi marido, no sabía dónde meterse, ni que
decir, un sin sangre absoluto, un rollo de tío. No acababa de creer que sus
hijos pudieran organizar tal desastre.
Acepté pagar la parte del vestido que nos correspondía (el vestido lo
pagamos entre todos los padres), nosotros claro está, doble. Nadie delató a mis
hijos, y el asunto quedó en un despiste del culpable del pisotón, que habían
pactado previamente. Asunto que no he vuelto a recordar, hasta ahora.
Como castigo, mi marido decidió que ese verano iríamos a
Benidorm, allí no tendrían contacto con ningún compañero de clase, que
veraneaban en el norte la mayoría, o no veraneaban.
Y allí, en el piso 22 de una torre, que imita las de Nueva
York, con vistas al mar infinito por un lado, y por otro con un parque de
atracciones, decidí que mi vida cambiaría. Haría todo lo posible para viajar a
lugares recónditos, lejanos. No volvería a pasear por una playa llena de gente,
a cualquier hora del día, como aquella.