26/07/2024

EL RELATO DE JULIO. CRISTORIAS 4

 

LA EXPERIENCIA RIDÍCULA CON EL CHATGPT Y LA FAMILIA       CARLOS BORT

 

En un momento difícil de mi vida, decidí que tenía que tomar una decisión. Mucho antes de decidirlo, ya lo había intuido y descartado con un gesto muy mío, el de quien aparta con la mano algo invisible de delante de su vista.

 

Pero después de intuirla, empecé a sentir la verdadera necesidad de decidir. Y cuando por fin mi cabeza se puso al mando, decidí que tenía que decidir.

 

Se trataba de una decisión tan transcendental que sentí que necesitaba confidentes con quienes consultar. Pero se trataba de una decisión tan transcendental que nadie de mi entorno me valía como confidente, ya que nadie quedaba fuera de los efectos de la decisión y, por tanto, nadie podía darme consejos desde una posición verdaderamente neutral.

 

Mi dilema era que quería abandonar a mi marido, el muermo de Eduardo, pero que no me atrevía dada la complejidad de los efectos que tal decisión podía tener sobre nuestras propias vidas y sobre las vidas de quienes nos rodeaban, especialmente las de nuestros hijos.

 

Sin darle detalles, pregunté a una compañera del trabajo sobre asesores o consejeros familiares que garantizaran la confidencialidad, y ella me respondió simplemente "Chat GPT".

 

"¿Es una empresa de confianza?", pregunté.

 

"Cristina, tú búscalo en Google y verás lo que es", me respondió.

 

Esa misma tarde esperé a la hora en que los chicos y su padre salieron al entrenamiento de fútbol para encender el ordenador de casa, un cacharro nada portátil con su pantalla, sus altavoces, su teclado y su ratón, e informarme sobre el asunto.

 

Busqué "chat gpt" y enseguida encontré el enlace para comenzar mi toma de contacto con la inteligencia artificial.

 

Le hice un par de preguntas simples, de prueba, y obtuve respuestas que me parecieron satisfactorias. Así que me decidí a continuar con mi consulta.

 

En un momento dado, fue Chat GPT quien me preguntó sobre los ajustes que yo prefería y elegí un poco al azar, seleccionando "reconocimiento de voz" y "autoinicio", entre otras opciones.

 

Hablarle al ordenador me resultó mucho más agradable que teclear. Además, el programa me respondía o me preguntaba cuando necesitaba alguna aclaración, también hablando.

 

Precisamente cuando yo había terminado de plantear con todo detalle mi dilema a la inteligencia artificial, mi familia apareció por la puerta. Tuve el tiempo justo de apagar el ordenador antes de que los niños y su padre llegaran al cuarto de estar.

 

"¿Qué hacías?", me preguntaron.

 

"Nada especial, mirar mi correo", respondí.

 

Esa misma noche después de cenar, los chicos me pidieron que les dejara jugar un rato al FIFA, un juego de fútbol instalado en el ordenador. Como era viernes, les di permiso para echar un par de partidas antes de irse a la cama.

 

En el momento en que el ordenador terminó de encenderse, se escuchó por los altavoces lo siguiente:

 

"Hola Cristina, aquí está tu fiel Chat GPT. Un inesperado corte me ha impedido responder antes a tu consulta de hace un par de horas. Te respondo ahora: Si tu marido es tan inútil y aburrido como dices, no veo otra opción que el abandono. Está bien que te preocupes por el futuro de tus hijos, pero es prioritario que busques tu propia felicidad..."

 

Me abalancé como pude sobre el teclado del ordenador, intentando cancelar aquello, pero el mensaje continuaba.

 

"Lo primero es poner tierra de por medio y lo segundo es llamar a un abogado. Ya que dices que tus hijos son tan repelentes como su padre, puedes optar por abandonarlos también como el caso perdido que son. Céntrate en ti misma y no mires atrás..."

 

Por fin alcancé el enchufe de la pared y tiré de él con todas mis fuerzas. El cacharro enmudeció en ese mismo instante.

 

Avergonzada miré a mi marido y mis hijos, que me escrutaban como si hubieran visto al demonio. Entre el acaloramiento del bochorno, comprendí que el divorcio iba a serme servido en bandeja.