31/08/2024

EL RELATO DE AGOSTO. TRINITORUM 7.

 

LA HISTORIA DE KURT                       ANTONIO LLOP, SUPUESTAMENTE FERNANDO JIMÉNEZ

Coincidí con Fer en el camping de Ordesa. Allí me presentó a la Trini, que él conocía de su pasado orcasitero. La muchacha nos contó lo del fracaso de su Hotel Trinitorum en las afueras de Helsinki. Así conocí la historia de Canito, e intuí el problema de mi amigo en plasmar la de Kurt, el conductor de Dinos. Trini nos había hablado con ternura del currículo de este último muchacho. ¡Ese huracán de Orcasitas amansado por un pícaro rubio!

-La verdad es que yo no me esperaba –nos dijo la poligonera- que en ese país tan formal la gente fuera tan “ful”, como comprobamos cuando ya no había solución. Nos la colaron a Miguel y a mí que presumíamos de ser gente bragada en el engaño desde niños.

Kurt era el menor de tres hijos de una familia triunfadora. El padre ingeniero de montes, su madre cardióloga en el Hospital General de la capital finesa y sus dos hermanos mayores abogados, el mayor opositando para juez. Él solo había conseguido terminar la secundaria y trabajaba como conductor de un directivo con ínfulas de grandeza en una empresa mediana dedicada a la trasformación de papel. Kurt vivía emancipado en un modesto apartamento en las afueras de Helsinki. Cuando la familia se reunía en la casa paterna para alguna celebración familiar, los hermanos del muchacho presumían de prometedoras carreras en el campo del Derecho. Él solo podía exagerar su profesión de conductor diciendo que formaba parte del Parque Móvil del Ministerio del Interior finlandés. Que era el hombre de confianza del Ministro y otros altos cargos del Gobierno. Y eso precisamente es lo que le plasmó su hermano mediano en el currículo que mandó al Hotel Trinitorum, porque a Kurt no se la daba bien la informática. Por supuesto a sus familiares les había dicho que optaba al puesto de conductor del director del lujoso complejo hotelero, no al de modesto maquinista de un trenecito infantil.

Claro, ese currículo con tanto político importante hizo desconfiar al bueno de Miguel que preguntó al candidato, cómo es que optaba a un puesto tan modesto como conductor de ese tipo de vehículo pueril.

-Siempre me ha gustado mucho el trato con niños –contestó-. Además es un trabajo para fines de semana que los tengo libres.

En realidad, Kurt optó a ese empleo porque necesitaba un suplemento salarial ya que la empresa en la que trabajaba apenas le pagaba lo suficiente para atender las mensualidades del apartamento. Su fracaso llegó el día en el que destrozó la parte de atrás del trenecito contra unos setos del jardín. Él no tenía experiencia de conductor con remolque y no tuvo en cuenta el coleo de este tipo de carruajes. Menos mal que en esa ocasión solo montaron tres chiquillos que se sentaron en la parte de adelante y no se vieron afectados. Trini lo llamó a su despacho y le pidió explicaciones de su currículo en el que se había declarado experto en la conducción de todo tipo de vehículos. Él se derrumbó y confesó su complejo de inferioridad con respecto a sus padres y hermanos que se mofaban de él por su modesta profesión.

-Incluso me resultó reconfortante ir disfrazado de Dinosaurio para que ningún amigo de mi familia que fuera cliente del hotel me reconociera.

A la orcasitera le dio pena aquel muchacho tan hundido en su problema de autoestima que no le importaba perder su dignidad haciendo mojigangas a los niños con una careta de animal prehistórico. Y le recompensó largamente por los días trabajados. Total, ya veía el fracaso de su proyecto y no le importaba perder un poco más de dinero.

En ese punto la Trini interrumpió su relato y gritó: “¡Cris!”, “¡Cris!”... Acto seguido corrió hacia una mujer que había salido de un coche. Cuando estuvo a su altura la envolvió en un abrazo de osa. Aproveché para preguntar a Fer las razones por las que no quería escribir un relato sobre Kurt.

-No quiero que nadie lea las intimidades de esta persona tan frágil –arguyó mi amigo-. Eso le humillaría aún más.

-Fer, no nos engañemos. Casi nadie leerá tu relato.

-Lo leeré yo. Para mí es suficiente para entrar en un dilema moral.

 Y esa es la causa por la que un fustigador de sinvergüenzas, como Fer, que no solo no le importa destapar los chanchullos de todos los indeseables sino difundirlos lo más extensamente posible se autocensuró, influido por el drama de aquel muchacho.