08/03/2024

MI RESTAURANTE CHINO I

 

 LA MASCOTA CHINA                                       ANTONIO LLOP

 

Hay un restaurante chino peculiar enfrente de mi casa. No lo es porque apenas entren clientes ya que eso es común en este tipo de locales, sino porque en la puerta de entrada, sujeto a una correa, había un simpático Chow Chow, un perro mascota chino. Siempre me han gustado los canes pequeños, no en vano yo tengo un Shih Tzu. Como me producía tristeza el ver un perro totalmente inofensivo tan inmovilizado, cada vez que salía a la calle cruzaba y lo acariciaba largamente.

 

Un día dejé de ver al can en la puerta. Tampoco lo vi en las dos siguientes jornadas. Intrigado, decidí entrar al restaurante para preguntar por él. En un local decorado de color rojo se alineaban varias mesas vacías. Solo una de ellas estaba ocupada por un grupo bullicioso de etnia oriental que comía tiras de carne ayudados de palillos. Se me acercó una camarera china a quien le pregunté por mi amigo.

 

-¿Dónde está el Chow Chow?

-No chow chow, chop suey.

-No, no he entrado a comer. Le pregunto por el perrillo.

-No entendel.

-El perro, el perro de la puerta.

-No pelo. Telnela, chop suey telnela.

 

Estaba claro que no me entendía. Y, por lo visto, tampoco sabía la raza de su mascota. Por otra parte, ¿estaba insinuando que el perrillo había sido mostrado en la puerta como en nuestros restaurantes exhiben mariscos vivos en peceras? La mujer seguía mirándome como desconcertada porque todavía no me hubiera sentado y no le pidiera ningún plato de la carta.

 

Salí del impasse, sentándome al fin a una de las mesas con la esperanza de que mi amigo saliera de algún sitio y se paseara por el local. Observé cómo los otros clientes comían con ansiedad los trocitos de carne atrapada en los palillos. Pedí los típicos rollitos, seguidos de arroz tres delicias.

 

Y, por supuesto, de tercer plato solo tallarines, por si acaso.

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VINO DE ARROZ AROMATIZADO         ARACELI DEL PICO

 

 -    Señorita Márquez, lamentablemente tengo que prescindir de sus servicios. Créame lo siento de veras. He intentado poner en la balanza su buen hacer como secretaria y otras virtudes y su habilidad bilingüe, pero en este momento necesito alguien que hable y escriba chino.

 

  -   Pero cuando presenté mi currículo, me aceptaron sin duda alguna. Para nada se solicitaba hablar en chino. Y después de cinco años en la Empresa cumpliendo con largueza mi cometido y ya sabe muy bien a lo que me refiero, no puedo entender esta repentina decisión. Podrían contratar a una secretaria o secretario de apoyo, que interviniera tan solo, en los negocios vinculados con China.

 

  Pasé del usted al tuteo, porque deduje que en ese campo, nos íbamos a entender mejor.

 

-          Mira Luz Márquez, que has sido y eres una excelente secretaria, nadie lo niega. Y yo menos. Tu sueldo está en función directa a tus servicios. Y en cuanto a los extras que has cumplido con largueza, digo yo… vamos estoy seguro, han ido en paralelo. Y además has  tenido la ocasión de “pescar” algunas sorpresas, que ni en sueños hubieras conseguido.

 

   Me miró con los ojos inyectados en sangre, me soltó un alto y claro MISERABLE (quizá merecido) y salió dando un portazo, que hicieron temblar los cimientos del edificio. Suspiré aliviado. Llamé a mi mujer y le dije.

 

-          Cariño, ¿Qué haces?

-          Mira tú éste, que voy hacer? Encaje de bolillos para cuadrar las obligaciones domésticas. O es que se te ha olvidado que me he quedado sin asistenta.

-          Y yo sin secretaría. Así que tu trabajo y el mío, hoy pasan al día de descanso. Te invito a comer en un chino.

-          Que se ha ido Luz Márquez? Pero si estabas encantado con ella. Y ella contigo. Así me lo decía, cada vez que coincidíamos en alguna reunión, pocas, donde yo también asistía. Y por qué?

-          Ya te lo explicaré en la comida. Vamos a ir a un restaurante chino muy agradable, que está en la esquina de la calle Téllez con Comercio. Se llama JIM & JAM.

-          Ricardo, ya que te estiras podrías hacerlo más lejos y más chic. Si quieres te doy ideas.

-          Que no Inés. Otro día iremos a otro más glamuroso. Hoy quiero éste. Tengo mis razones.

-          Vale, con tal de evitar el guisoteo, como si me llevas al Brillante a comer un bocata de calamares, como en los buenos y pobres tiempos.

-          Un beso niña, sé que te va a gustar. Coge un taxi. Tengo que ordenar que preparen la liquidación de Luz, no quiero que tenga problemas en el futuro y debo ser más que generoso. Y redactar la carta de recomendación.

-          La verdad, es que estoy deseosa por saber que ha pasado. Para mi es una chica estupenda, tan noble y tan discreta. En fin,  nos vemos en dos horas.

-          Tanto vas a tardar? Podría ser una y medía?

-          No, no. Salgo a comer con mi marido y debo entrar en “mi” laboratorio. Chao.

 

     Mi mujer Alicia y Luz, se habían conocido en una conferencia que yo daba en la Empresa, para ilustrar a los nuevos socios, sobre los objetivos a alcanzar en el año recién estrenado. Se cayeron bien. Afortunadamente para mí. Se intercambiaron los teléfonos y mantenían una leve amistad, que venía al pelo para que fluyera sin problemas la vida laboral, la personal y la siguiente.

 

     Amaba con mayúsculas a mi mujer? Pues no. Pero era la adecuada por muchos motivos que podría citar. Y sobre todo era la madre de mi hijo. Ya grande y una bellísima persona. Con un futuro brillante y una marcada personalidad. En resumen mi orgullo. Estas reflexiones me hacía mientras organizaba en mi cabeza la indemnización para Luz y su carta de despido. Debía quedar contenta, primero por justicia y sobre todo no fuera que en un ataque de despecho, sacara la lengua a pasear.

 

     Llegué al restaurante chino y como era de esperar, yo primero. Pero Inés tardo menos de lo previsto. Me cogió la cara entre sus manos, me soltó dos sonoros besos en las mejillas y como remate uno de tornillo en la boca ¡menos mal que estaba sentado¡ No es su estilo. El camarero la miró, le guiñó un ojo y dijo

 

-          Hoy es mi marido sabe?

-          Hoy? Y siempre supongo.

-          Quiero decir, que hoy estas ejerciendo como tal.

-          Ya. Venga vamos a ver que comemos.

 

      Eligió ella, con total dominio de la situación.

 

-          Sirva de entrada dos rollitos de primavera, con salsa de soja y bollo de pan chino. Y para “mi marido” un cerdo agridulce y para mí, pollo con almendras. De guarnición arroz tres delicias. Con ese vino especial que tienen de la casa… si, si, ese vino con arroz aromatizado. Si es que me encanta.

-          Pero niña, desde cuando sabes tú tanto de comida y vinos chinos. Nosotros hemos ido a un restaurante chino en un par de ocasiones tan solo.

-          Bueno, este me lo descubrió tu ex secretaria Luz. Me dijo que solía venir con un individuo que le tiraba los tejos, que a ella no le gustaba demasiado, que estaba casado, que a veces hasta le producía jaquecas. Y fíjate que en algún momento se me pasó por la cabeza que podrías ser tú. Me confesó que le soportaba porque era un mago en la cama, que hacía malabares para satisfacerla. En ese mismo instante supe, que tu jamás podrías ser.

  

       Se me escapó el traguito que bebía de vino de arroz aromatizado. Empecé a sudar y le dije a Inés que iba a pedir la cuenta. Algo de lo que habíamos pedido me había sentado mal.

 

-          Pero no me has contado las razones, por las que has despedido a Luz. Discreta, guapa, eficiente, trilingüe.

-          No es trilingüe, es bilingüe.

-          Que no bobo, que es trilingüe. No ves que ella me lo cuenta todo? Somos amigas. No la despidas. Tal como Luz te sugirió, podríais contratar a un traductor chino y punto.

-          Y tu como sabes eso?

-          Ya te lo he dicho, somos amigas. No buenas, pero amigas. Total, cuando volvamos a casa, lo único que tienes que hacer es firmar los papeles del divorcio.

 

     Solté un suspiro y en medio del profundo sopor que me envolvía creí oír. Este vino de arroz y el suero de la verdad… son la mis…


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CONFESIÓN                                               JUANA DOMÍNGUEZ

 

Esta noche me confieso.

No sé a quién, ni el porqué.

Buscaré entre la gente

que pasea y pavonea

acera arriba, o al revés.

 

O mejor me fijaré,

en todos los que se acerquen

al  restaurant chino cercano,

y que miren y remiren

sin saber si entrar o no.

 

O mejor la guardaré

en la almohada a la noche,

donde los gritos y golpes

suenen suaves, mordaces,

llegando a quien los merece.

 

PRIMERA QUINCENA DE MARZO