UNA FLOR EN EL CULO SANTIAGO J. MARTÍN
No esperaba yo morir tan joven, pero es lo que me tocó.
Aunque la verdad me tocaron más cosas. Con 25 años, una novia que tuve, que en
paz descanse también, y yo, acertamos una primitiva: 40 kilos. Aquello nos
pareció lo más, cuando en realidad iba a suponer lo menos.
A los dos años, Maribel, aquella novia que tuve, falleció en
uno de aquellos saltos base a los que se aficionó cuando se dio cuenta que ya
lo había probado todo y que nada le producía tamaña excitación. Sucedió en
Croacia. No recuerdo bien el lugar. No llegué a ir. Repatriamos el cadáver y
aquí tuvo Maribel un entierro como probablemente no se merecía. Tampoco voy a
entrar ahora en interioridades, cuando ninguno de los dos estamos vivos para
defendernos.
Yo en cambio me comporté como un muchacho sensato. No dejé
mi trabajo en la papelería de mis padres, seguí frecuentando con mis amigos de
toda la vida y me permitía, eso sí, vacaciones especiales: Maldivas, Castillos
del Loira, Paradores…
Sé que era algo mediocre, pero la insignificancia en esta
vida tampoco se arregla con dinero. Y no fue de mucha ayuda tener más de 15
millones en el banco para luchar con éxito contra mi cáncer de médula
espinal. Vi llegar mi final, entre
muchos dolores, y tiempo tuve de hacer un testamento en condiciones.
Fui cariñoso y delicado con mis padres, sin apenas reparar
que era adoptado, que me jodió saberlo al día siguiente de acertar aquella
lotería. ¿Qué pasa, que no tuvieron cojones para decírmelo hasta que hubiera
otro destello (el dinero) que borrara aquella situación, nada sobrevenida?
Resumiendo: a mis padres les deje el 80% de mi fortuna
inmaculada y el destino del otro 20% fue lo que más sorprendió a todo mi
entorno.
Ahora es cuando me toca hablar de mi tía Trini. No sé muy
bien por qué le llamaba tía, porque no era hermana ni de mi padre, ni de mi
madre, que tampoco eran ni padre, ni madre.
Solo puedo decir que Trini, la tía Trini, siempre estaba
allí cuando se la necesitaba y también cuando su presencia no era en absoluto
bienvenida. Pero esa mujer tenía algo. Era, bueno es, soy yo el que ya no soy,
una mujer sin muchas pretensiones.
Trini me quiso, me odió, me ignoró, me puteo, me llevó por
primera vez al cine, me abrazó cuando no quise hacer la primera comunión.
Me fui de este mundo sin tener una conversación en
condiciones con esa tía que no lo era. Pero voy a decirlo, con la serenidad que
me da ver las cosas desde este lado, yo la quería, y posiblemente ella también
a mí. La verdad es que ese amor indeterminado tampoco fue intenso, pero si
sincero y aquello para mi valía el 20% de un pellizco de euros que todavía
tenía en mi cuenta corriente.
Cuando Trini se enteró de la herencia que le había caído
encima no dudó ni un solo momento en lo que tenía que hacer con ese dinero.
Nada de marihuana, nada de fiestas, nada motos, nada de otro piso.
Trinidad no era una gran seguidora de las series de
televisión, excepto de una: White Lotus. Poco es lo que puedo decir yo de esa
historia televisiva, que nunca vi. Por lo que ella me comentaba, sé que trata
de un hotel, de varios hoteles de lujo, donde suceden historias de lujo, pero decoradas
con las miserias de sus huéspedes.
No dudó mi tía en coger los tres millones, menos impuestos,
y embarcarlos en una aventura chapucera
a la sombra de esos hoteles resplandecientes, como falsos, que tenía
entre ceja y ceja.
Como ella no era demasiado experta en negocios de ningún
tipo, tuvo que delegar en las personas que pululaban a su alrededor. Bazofia.
Pura bazofia.
Su hermano Miguel, que no era el tío Miguel, ni mucho menos,
fue el encargado de dilapidar mi dinero y las ilusiones de su hermana.
Consiguió un buen casoplón
semi abandonado al borde de un lago, en Finlandia. Según Miguel, a buen
precio. Luego empezó una ruinosa búsqueda de empleados que pusieran en marcha
un simpático e irrealizable proyecto de destino paradisiaco de vacaciones.
Por su despacho fueron desfilando: carpinteros,
recepcionistas, electricistas, arquitectos, camareras de planta, chefs,
directores generales, socorristas de piscina, botones, aparcacoches… y muchos
más.
Todos depositaron sus curriculums para optar a un empleo en
el futuro Hotel Trinitorum. La incompetencia de todos y sobre todo las mentiras
de esas hojas de experiencia laboral hicieron que Trini y su hotel solo tuvieran 4 semanas de vida conyugal. Después de un mes
las deudas, los fracasos con los escasos huéspedes y el chorreo de dinero
perdido provocaron que mi pobre tía, se liara un canuto, hiciera la maleta y se
fuera a un camping en el Mediterráneo.
Nos sorprende de nuevo Santiago con este relato. En primer lugar por el título, que hace de avanzadilla o indicio para las singulares historias de los personajes.
ResponderEliminarPara continuar por el narrador en primera persona pero contando su historia desde otra dimensión, la de la muerte. Rescatando a su vez al personaje de la tirada anterior, Trini, para darle un soplo de suerte que se viene a pique como era de esperar.
Y para terminar, dejando la puerta abierta, a que tomemos el testigo a través de los solicitantes de empleo cuyos perfiles pueden dar para muchas otras historias.
Muy interesante esta oferta narrativa llena de creatividad.
Un relato donde el protagonista nos dice que no está en este mundo, como se las arregla para que nos llegue? un misterio. Pero totalmente creíble, nos engaña de tal manera que daremos por buena esa herencia y esos personajes. Gracias Santiago.
ResponderEliminarUna FLOR EN EL CULO, es un cactus lleno de espinas y flores. Y un deleite leer a ese personaje en primera persona, que desde el más allá relata brevemente su vida, en este caso adoptiva. Y el golpe de fortuna que le permite dejar su herencia repartida. En parte a su "tía Trini", que intentando cumplir sus ilusiones, acaba de aquella manera.
ResponderEliminarNo es fácil estar a la altura del relato inicial, pero lo vamos a intentar con "oficio" en los diferentes oficios.
Santiago, no ha puesto en bandeja un sugerente relato de inicio, con multitud de posibilidades, para que vayamos añadiendo lo que se nos ocurra. Un hotel da mucho juego. A ver qué nos sale.
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