DÍA DE ESTRENO MANUEL
GIL
Se dice que el tiempo es un ladrón, y hoy, más que nunca,
siento cómo me ha despojado de todo lo que un día pensé que era la
meta, el éxito. Cuando venía, al mirar por la ventana del autobús, veía el
asfalto desgastado y la monotonía de unas calles que de no transitarlas, se me
han vuelto extrañas. Hoy es el cumpleaños de mi madre, y a pesar del caos que
arrastra mi vida, he decidido visitarla. No sé si será un
acontecimiento redentor o solo una reafirmación de mi fracaso.
He pasado los últimos años persiguiendo sueños de papel y cifras, empeñado en
acumular una fortuna que llegó, es cierto, pero que nunca me aportó lo que
esperaba de ella y que en medio de turbulencias que se llevaron por delante mi
matrimonio y a la mayoría de mis amigos, acabó deshaciéndose. En el camino, me
olvidé de lo esencial.
Siempre estuve ocupado, siempre con prisa. Mis días se convirtieron en una
sucesión de reuniones y decisiones miserables sobre dinero. Y mientras
acumulaba bienes, perdía lo que realmente importaba. Una lección he aprendido:
el amor no se compra, se cultiva. Ahora estoy aquí, con las manos vacías,
sumido en deudas y embargos, y con una sensación de ahogo que alarga
mis noches solitarias.
Recuerdo las palabras de mi madre, un eco distante,
cuando afeaba mi afán materialista. “El verdadero valor está en las cosas
simples”, decía mientras me miraba, con gesto entre la tristeza y la
resignación. Nunca le hice caso, ni tuve tiempo para ella. Eso sí, le enviaba
cada cumpleaños vestidos caros,
joyas y cualquier cosa que me recomendara mi secretaria, mientras ella cada año añoraba un par de abrazos
que nunca llegaron. Sí, en sus cumpleaños, siempre había un regalo, pero jamás
un hijo.
Cuando llegué a
la residencia, un nudo en la garganta me detuvo en la entrada. No sabía qué esperar. La última imagen que tengo de ella es la de una mujer
mayor, cansada. Sin embargo, al abrir la puerta, el calor de su risa llenó la
habitación y me sorprendió el brillo en sus ojos. Con más arrugas sí, pero parecía
que en esos pliegues se hubieran atrincherado los gestos alegres que siempre la
acompañaron. Era como si el tiempo no hubiera podido con ella. Vestía una blusa de Dior que yo le había enviado, hacía ya mucho.
Al verme su rostro se iluminó. “¡Hijo! ¡Por fin!” Su voz era dulce, aunque un poco temblorosa. La abracé con fuerza, casi con
desesperación. Su fragancia, esa que siempre había asociado con la calidez de
mi hogar, me envolvió.
Las cuidadoras, al fondo, sonreían. Me dijeron que nunca
la habían visto tan feliz. “Siempre
le regañábamos porque no estrenaba los regalos, decía guardarlos para una
ocasión especial”, comentó una de ellas. Mi corazón se retorció. Aquí estaba, la mujer que
había estado guardando todo el lujo que le envié, porque nunca veía la ocasión especial para lucirlos. No entendí
que el verdadero regalo era mi presencia, ese abrazo que nunca le di. No pude
contener las lágrimas, entre la risa y la alegría.
Pasamos el resto de la tarde hablando, riendo,
recordando. Cada historia que ella contaba era una vuelta a otros días, un destello de la verdad que
había olvidado. Nuestra conversación
era como un aire fresco que
empezaba a revitalizarme.
Sin dinero, sin amigos, sin empresas que mantener,
encontré en aquel instante el
verdadero propósito. Quizás
mi fracaso no es más que una oportunidad de volver a empezar. El día terminó, y al salir de la
residencia, su risa aún vibraba en mi pecho. Salí con un regalo que no sabía
que necesitaba: la esperanza, una segunda oportunidad. Para mí, fue volver al
amor.
ENCUENTRO
FORTUITO JUANA
DOMÍNGUEZ
¡Qué dilema! ¿Qué hago?
El dinero nunca ha sido mi preocupación principal. De niña,
si no me daban paga me sentaba junto a la puerta del cine y escuchaba la
película. Dos pesetas con cincuenta céntimos costaba, o las guardaba para
comprar pipas, helados o cualquier otra chuchería.
De joven, tampoco tuve grandes gastos, pasear era gratis.
Luego de mayor aplicaba lo que siempre oí decir a mi madre (si ganas cinco,
guarda dos). Con esa filosofía no me quedaba para lujos, ni para gastos
superfluos. Unos zapatos o cualquier otra prenda de vestir, era lo que gastaba
en exceso.
Hoy sentada frente a la comisaría del barrio, me ha dado por
imaginar que hubiera hecho entonces, y ahora, con esta cartera.
¡Veréis! Anoche al bajar del bus encontré este portafolios
que tengo aquí a mi lado, junto a una papelera. Ya había pasado de largo cuando
algo me impulsó a volverme y cogerlo. Lo abrí con la esperanza de encontrar
algún documento que me permitiera saber de su propietario, pero no encontré
ninguno, no tiene dueño. Lo que si tiene son dos fajos de billetes de cincuenta
euros. No, no los he contado. Me da vértigo la cantidad que sea.
Y aquí estoy, sentada frente a la comisaría, elucubrando si
lo entrego o me lo guardo. Tanto dinero me intriga ¿Quién lo habrá perdido? ¿Le
hará falta para pagar salarios, o la procedencia del dinero será oscura? ¿Yo lo
necesito? Nunca me han importado los lujos, he vivido de mi sueldo con
tranquilidad, sin pensar ni envidiar a nadie que tuviera más que yo.
Me tienta lo que podría hacer con él ¿Ayudar a quien no tiene? ¿Gastarlo en un viaje, un coche, otra
casa mejor? ¡Qué dilema!
En una película vi una vez, que alguien muy rico tiraba el
dinero por una ventana y la gente lo recogía con ansia y alegría ¿También lo
podría hacer yo?
Voy a tomarme un café, mientras decido que hacer.
LO QUE CUESTA SANTIAGO J.
MARTÍN
Hola. Soy Francisco y
llevo 32 días sin reincidir. He logrado esquivar los peligros, evitar los
supuestos amigos que me arrastraban a mi ruina y lo estoy consiguiendo. Quiero
agradecer a todos los que me apoyan, a los que me escuchan, como vosotros,
porque sin esa referencia en este
momento no sería nada, estaría hundido en la miseria, nunca mejor dicho.
Hoy he salido fortalecido de mi terapia, me he creído lo que
les estaba diciendo, y algo mejor, es la primera vez que no miento, que no exagero,
que me entrego a mi grupo, que creo en mi recuperación.
No es fácil. Claro que no es fácil. Como cualquier adicción
el problema es salir ahí fuera. No es conveniente transitar en una burbuja,
burlar las tentaciones, ponerte a pensar, cuando lo mejor es dejarte llevar por
los que te quieren y aconsejan. La familia juega un papel primordial, y la mía
no se queda atrás.
Vuelvo a casa y veo a mis padres conversando, haciendo
planes sobre nuestras próximas vacaciones, he oído que al Caribe.
-
¿Tú crees que es buen destino para Paco? No lo
veo.
-
Hay que darle una oportunidad.
-
Yo creo que sería mejor otro lugar: Australia,
Alemania, Suecia…
-
No, mujer, República Dominicana será su prueba
del algodón. Lo va a hacer muy bien.
Me alegra que mi padre confíe en mí. Entiendo que mi madre
tenga dudas. Les he fallado tantas veces…
Me pongo a buscar datos sobre nuestro destino para el mes de julio. Me imagino que iremos a un resort. Eso me tranquiliza, es como llevar un chaleco antibalas en pleno frente. De todas formas no me gusta lo que veo en mi móvil: En República Dominicana hay 401.283 personas que viven con apenas 114,5 pesos al día y 2.942.255 que lo hacen con 244,33 pesos. Más del 40 por ciento de los dominicanos viven en condiciones vulnerables y están en riesgo de caer en la pobreza debido a los impactos relacionados con el clima y las crisis económicas. Asimismo, las brechas de género en los empleos y salarios, vidas laborales más cortas y mayor desempleo y roles no remunerados contribuyen a una mayor incidencia de pobreza entre las mujeres.
He tenido que dejarlo. Mi cuerpo ha empezado a temblar.
Siento que en breve voy a empezar a notar que me llegan convulsiones. Está
claro que no estoy curado. Una persona con plutofobia, como yo, no se recupera
nunca, jamás.
Tengo un miedo atroz a la riqueza y siento un rechazo
agónico hacia quienes la poseen. Cuando me doy cuenta de quién soy yo, de dónde
vivo, de quiénes son mis padres, llego a vomitar, a llorar, a desear mi muerte.
No diré nada de mi búsqueda en Google. De hecho lo
tenía prohibido hasta hace una semana
que decidieron darme un poco de margen, una oportunidad, pero mi cayuco
emocional ya ha zarpado y no sé a qué playa llegarán mis restos.
ANTÍTESIS DE LA POBREZA MARÍA ISABEL RUANO
Cómo escribir sobre la pobreza
cuando soy rica en afectos y gratitud.
Cuando mi ventana se llena de sol
y la casa de cobijo.
Cuando puedo pasear admirando
a los árboles y a las plantas,
el fluir del agua y de la luz llenas de matices.
Cuando me dejo seducir por los aromas
y embriagarme del frescor del jazmín,
mientras las plantas lucen limpias
y veo discurrir los pasos de la vida acompasados
de triunfos y caídas, de rebeldía y aceptación.
No importa el dinero cuando sientes la armonía,
en la compañía y en la soledad
en cada objeto que tienes alrededor.
La mayor pobreza está en el egoísmo, el engaño
y en la fría traición.
La verdadera riqueza está en el interior,
en la mirada, la dignidad y en cultivar cada día
una buena porción de optimismo e ilusión.
Manuel, un relato pulcro donde los haya, lleno de sentimiento. Describes una vida en la que has dejado tus principales afectos, mientras te labrabas un porvenir desahogado que en la vorágine del trabajo, no te dejaba tiempo para mucho más. Menos mal que al fin entiendes que lo mejor , ha sido el abrazo de tu madre. Evocador. Gracias.
ResponderEliminarJuana. Haber encontrado un billetero con una apreciable cantidad, lleva a la protagonista, primera persona y única de este relato a reflexionar que debe hacer con él. Ella no es rica, ni ambiciosa. Pero sin duda ese billetero vibra en las manos de quien se lo encuentra. Y en tal duda nos dejas. Yo también la tendría. Genial.
ResponderEliminarManuel, tu historia es un alegato por el amor, quizá tu protagonista sea el colmo de la ambición por el dinero y de la mala suerte, que luego termina arruinado. Es normal que muchos trabajadores y trabajadoras se involucren tanto por el trabajo que dejan un poco de lado a la familia. Tu relato debería servir para que la gente no cayera en ese error, pero todos sabemos que nadie escarmienta en cabeza ajena.
ResponderEliminarJuana, en el mundo hay dos tipos de personas: las que no tiene escrúpulos y roban todo lo que pueden y más, y otras como la protagonista, que son sensatas y aunque le pongan el dinero en bandeja no lo cogen si no es suyo y lo ha ganado honradamente. Yo soy partidario de devolverlo, antes que arrastrar toda mi vida ese cargo de conciencia.
Santiago, esto no hay quien lo entienda. El pobre quiere ser rico y el rico quiere ser pobre. Bueno, lo último se da menos. Lo normal es cuanto más se tiene, más se quiere. Pero, centrándome en tu relato, está claro que la personas que tienen plutofobia lo pasan muy mal como hemos visto en el sufrimiento de tu personaje.
Mari Isabel, tu poema es un canto a la esperanza. Ojalá y algún día todos los seres humanos no tuvieran argumentos para hablar de la pobreza, por lo vean todo desde un estado de bienestar.
En cuanto a Santiago, que con sus reflexiones nos lleva a acompañarle en su terapia, donde ha tenido que ir por estar con compañías equivocadas y siente delante de sus padres, el peso del dolor que les ha causado y aún tiembla. Y lo que es mejor adorna el lenguaje escrito, con una palabra a tener en cuenta "plutobobia". Gracias por el buen relato y por enriquecer nuestro lenguaje.
ResponderEliminarMaría Isabel. Es un poema hermoso. Rico, donde no cabe la pobreza que tratábamos de expresar. Pero tienes razón, solo la pobreza interior empaña las vidas grises. Y es muy difícil ser pobre, cuando hay tanto por dentro. Yo aplaudo eso.
ResponderEliminarEl relato de Manuel nos muestra la dualidad de la vida con una finalidad equivocada, dejándose arrastrar por la vorágine y por los "sueños de papel y cifras" (qué bonita definición) para al final, y gracias a la ruina, encontrar el verdadero sentido a través del encuentro con su madre y el abrazo conciliador capaz de redimir todos los errores. Un relato entrañable, en el que, con descripciones breves , nos aporta toda una filosofía de vida.
ResponderEliminarPara la protagonista de ese " Encuentro fortuito", el dilema está servido a través de la tribulaciones que su autora, con acierto, ha sabido plantear. Me gusta en especial, la sencillez del retrato de la protagonista a la que, con sencillas pinceladas, sentimos muy cerca. Me hace pensar que, dada su trayectoria vital, terminará por entrar en la comisaria y devolver el dinero para continuar, feliz, con su sencilla vida.
ResponderEliminarCurioso el relato de Santiago que describe una desconocida fobia para mí. El protagonista, incluso con convulsiones, se hace verosímil mostrando las dudas y temores, sintiéndose muy vulnerable a bordo de ese "cayuco emocional" que no tiene ninguna garantía de éxito. Como lectora me encantaría meter baza y sugerirle a los padres un cambio de destino vacacional pero entonces, se perdería gran fuerza en la intensidad en el conflicto y la fobia del protagonista quedaría mitigada.
ResponderEliminarExcelente elección y objetivo conseguido por parte del narrador.
Manuel, ha reflejado la lección de una madre a su hijo en el momento en que este se da cuenta de haber elegido un camino equivocado. Un relato lleno de emotividad y amor materno filial.
ResponderEliminarJuana nos cuenta el dilema moral de una persona ante un dinero que no es suyo. Nos deja el relato abierto para que pensemos qué haríamos nosotros ante una situación semejante.
Santiago, a propósito del dinero, nos cuenta el caso de una curiosa fobia a la riqueza. Original relato con un final dramático para el protagonista.
María Isabel, nos habla de la verdadera riqueza, la que no se compra con dinero. Un hermoso poema lleno de metáforas emotivas.