16/08/2024

EL RELATO DE AGOSTO. TRINITORUM 2

 

HENRI  LAURENT                                                      MANUEL GIL

 

En la costa de Finlandia, donde los acantilados se abrazan al mar, Trini oteaba la marcha de su sueño, el hotel Trinitorum que  la catapultaba de la estrechez en la que había vivido, hacia la esfera del lujo y el buen vivir, que tanto le habían inspirado esas series suecas o alemanas que solía ver por las tardes.

Hacer realidad su ambición, también tenía sus trabajos y contratiempos, encontrar el personal adecuado para cada función, era en este momento la tarea más importante, ya que a pesar de las dificultades y sobre costes, el tema de reformas y construcción aplicados a la encantadora y vieja casa, estaba casi terminado.

 Esperaba al chef Henri Laurent, a quien había puesto en su lista desde que le llegaron rumores de su carisma y destreza culinaria. Estaba determinada a ofrecer lo mejor en su establecimiento. Henri llegó justo a la hora acordada, y a medida que cruzaba el umbral, el mundo de la cocina se hizo presente en cuerpo y alma. El hombre era un tornado de energía; de piel bronceada y manos delgadas que parecían moverse con la elegancia de un encantador de serpientes.

 

                  - Ah, Trini, qué placer conocerte,

sonrió, mostrando una dentadura blanca, perfectamente alineada. Su voz era grave y melodiosa, lo que creaba en su interlocutora una sensación de confianza instantánea. aunque había en él un cierto aire de misterio que no pasó desapercibido para ella.

 

El primer asalto a la conversación lo realizó Henri con un despliegue de gestos que acompañaban cada palabra.

                   - He tenido el honor de trabajar en un restaurante de estrellas Michelin en Marsella, donde aprendí que la cocina es un arte y un ritual”, empezó, mientras sus ojos centelleaban con pasión.

                     -¿Has oído hablar de mi especialidad? Las Alquimias del Mar; un plato que combina los mejores sabores del océano con hierbas de la Bretagne. Las estrellas brillan en cada bocado, y los comensales se sumergen en un mar de sensaciones.

 

Trini escuchaba fascinada por la narrativa que moldeaba el chef.

                      - O Dulce Noche Sencilla, una creación de maracuyá y jazmín, que te transporta a un navegar nocturno por los cielos del Mediterráneo. Cada descripción era un viaje, y ella se dejaba llevar.

 

Henri continuó, viendo cómo Trini se sumía cada vez más en su discurso. Habló de platos como La Sinfonía de los Bosques, donde la caza se unía con un glaseado de frutos rojos, y El Ocaso del Mar, un atún crudo marinado que estalla en el paladar como si el sol de la tarde reverberara en su esencia. Cada título era más grandilocuente que el anterior, y cada bocado prometía una experiencia gastronómica que podría consagrar su hotel entre los más lujosos del mundo.

Trini hizo una pregunta directa:

                     -¿Podrías preparar algo y me acompañas a cenar?”. Henri se sonrió con casi triunfante complicidad.

                     - Con mucho gusto. La cocina es mi escenario, y la creatividad, mi musa.

 

Al rato, la cocina del hotel vibraba con el eco de cucharas y cacerolas. No había mucha materia prima, y Henri decidió preparar La tortilla de los dioses, que con su mezcla de especias prometía elevar a niveles celestiales.

Sin embargo, el resultado, lejos de impresionarla, le trajo a la mente las tortillas que preparaba la Mamen en La Pagoda de Orcasitas, un bar que servía de tapadera para el menudeo de ciertas sustancias, y que reunía una añeja mugre, pero las tortillas con ketchup de la Mamen le hacían saltar lágrimas de nostalgia y más cuando la comparaba con la obra de su atildado candidato. Henri le dijo, que faltaban ingredientes que los fogones y él no habían estrechado lazos  y otros argumentos, en su línea.

 A Trini, le gustaba, y le gustaba no solo como su futuro chef, tenía gancho y atractivo, aunque también, con el ojo de quien ha vivido lo suyo, no descartaba que a sus cualidades, que tan bien vendía, pudiera añadirse su puntito de “cantamañanas”

 Al terminar la cena, ella, sintiéndose atrapada entre su deseo de seguir adelante y la realidad de un plato que no cumplía las expectativas, obvió hacer críticas y se dejó aconsejar sobre un buen champagne francés, con el que consumar su acercamiento y brindar por un futuro que se pintaba prometedor.

 

A la mañana siguiente, Trini se despertó envuelta aún en los vapores del champagne. Varias botellas vacías yacían cerca de la cama, que revuelta, daba información, a quien la supiera leer, de lo acontecido ahí durante la noche. Se preguntó, donde andaría Henri y recordó que tenía que ir a la cercana ciudad por un tema de permisos y trámites burocráticos, para los que le había pedido un adelanto.

 Cuando bajó encontró a su hermano hablando con dos agentes de la policía finlandesa.

                    - ¿Qué ocurre? Preguntó preocupada.

                   - Señora, ¿entrevistó usted ayer a un hombre que dice llamarse Henri Laurent y ser chef de cocina?

                       - Sí y le estoy esperando, ha ido a hacer unas gestiones. ¿hay algo de malo en eso?, dijo Trini, sacando parte de su aguerrido carácter, y haciendo gala de la escasa confianza que generaban en ella los uniformes policiales.

                        - Señora el chef Henri Laurent y su esposa que tenían un restaurante de lujo en Marsella  fueron envenenados por un elemento que anda utilizando la identidad de él, como una más de las muchas falsas que usa. Le contrataron como relaciones públicas en el restaurante y al poco tiempo era el amante de la esposa. Cuando la cosa se le fue de las manos, les preparó una cena, de acuerdo con ella, para eliminar al chef. Solo la comida de él iba a estar envenenada, pero algo debió fallar porque los dos están ahora muertos. 

 Trini no salía de su asombro, ni las series de por la tarde tenían esa truculencia. Pero su espanto aumentó, al recordar que para darle el adelanto, que le pidió abrió la caja fuerte delante de él.

Dejó a los agentes con la palabra en la boca y corrió despavorida hasta llegar frente a la abierta  y vacía caja fuerte a la que rodeaban papeles esparcidos por el suelo.


 

5 comentarios:

  1. QUE ESTUPENDA MANERA DE COMENZAR EL VIERNES, MENUDO RELATO SENSUAL Y AL MISMO TIEMPO AL MÁS PURO ESTILO AGARA CRHISTIE. BRAVO AUTOR.

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  2. Un personaje bien descrito, mucha labia y tropezando con todo en la cocina. Y ejerciendo de lo que mejor sabe hacer, un ladrón excelente que lleva a la ruina al proyecto de hotel Trinitorum, bien contado Manuel.

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  3. Toda una puesta en escena en donde el personaje principal con su certera descripción, toma vida ante los ojos del lector con tanta sutiliza como con la astucia que le caracteriza. Y de nuevo, Trini, a pesar de su experiencia, se convierte en victima aturdida por la atracción y ese inevitable destino que, al parecer, le lleva al engaño.
    Muy originales y sugerentes los nombres de los platos de los que presume el falso chef. Tal vez el autor debería patentarlos.

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  4. Solo la descripción metafórica de los platos es un poema en sí. Buen relato Manuel.

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  5. Manuel ha puesto fin a este relato con la llegada de la policía, buscando a este farsante, que ha servido para enterarnos de sus antecedentes delictivos. No obstante, ya había quedado en evidencia haciendo la tortilla. Una vez más, Manuel, nos da muestra de su facilidad en crear historias, ordenadas y con las exigencias del guion.

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