HENRI LAURENT MANUEL
GIL
En la costa de
Finlandia, donde los acantilados se abrazan al mar, Trini oteaba la marcha de
su sueño, el hotel Trinitorum que la
catapultaba de la estrechez en la que había vivido, hacia la esfera del lujo y
el buen vivir, que tanto le habían inspirado esas series suecas o alemanas que
solía ver por las tardes.
Hacer realidad su ambición,
también tenía sus trabajos y contratiempos, encontrar el personal adecuado para cada función, era en este momento la
tarea más importante, ya que a pesar de las dificultades y sobre costes, el
tema de reformas y construcción aplicados a la encantadora y vieja casa, estaba
casi terminado.
- Ah, Trini, qué placer conocerte,
sonrió, mostrando una dentadura
blanca, perfectamente alineada. Su voz era grave y melodiosa, lo que creaba en
su interlocutora una sensación de confianza instantánea. aunque había en él un
cierto aire de misterio que no pasó desapercibido para ella.
El primer asalto a la conversación
lo realizó Henri con un despliegue de gestos que acompañaban cada palabra.
- He tenido el honor de
trabajar en un restaurante de estrellas Michelin en Marsella, donde aprendí que
la cocina es un arte y un ritual”, empezó, mientras sus ojos centelleaban con
pasión.
-¿Has oído hablar de mi
especialidad? Las Alquimias del Mar; un plato que combina los mejores sabores
del océano con hierbas de la Bretagne.
Las estrellas brillan en cada bocado, y los comensales se sumergen en un mar de
sensaciones.
Trini escuchaba fascinada por la
narrativa que moldeaba el chef.
- O Dulce Noche Sencilla,
una creación de maracuyá y jazmín, que te transporta a un navegar nocturno por
los cielos del Mediterráneo. Cada descripción era un viaje, y ella se dejaba
llevar.
Henri continuó, viendo cómo Trini se sumía cada vez más en su
discurso. Habló de platos como La Sinfonía de los Bosques, donde la caza se
unía con un glaseado de frutos rojos, y El Ocaso del Mar, un atún crudo
marinado que estalla en el paladar como si el sol de la tarde reverberara en su
esencia. Cada título era más grandilocuente que el anterior, y cada bocado
prometía una experiencia gastronómica que podría consagrar su hotel entre los
más lujosos del mundo.
Trini hizo una pregunta directa: “
-¿Podrías preparar algo y
me acompañas a cenar?”. Henri se sonrió con casi
triunfante complicidad.
- Con mucho gusto. La
cocina es mi escenario, y la creatividad, mi musa.
Al rato, la cocina del hotel
vibraba con el eco de cucharas y cacerolas. No había mucha materia prima, y Henri decidió preparar La tortilla de los dioses, que con su mezcla de
especias prometía elevar a niveles celestiales.
Sin embargo, el resultado, lejos
de impresionarla, le trajo a la mente las tortillas que preparaba la Mamen en
La Pagoda de Orcasitas, un bar que servía de tapadera para el menudeo de
ciertas sustancias, y que reunía una añeja mugre, pero las tortillas con
ketchup de la Mamen le hacían saltar lágrimas de nostalgia y más cuando la
comparaba con la obra de su atildado candidato. Henri le dijo, que faltaban
ingredientes que los fogones y él no habían estrechado lazos y otros argumentos, en su línea.
A la mañana siguiente, Trini se
despertó envuelta aún en los vapores del champagne. Varias botellas vacías
yacían cerca de la cama, que revuelta, daba información, a quien la supiera
leer, de lo acontecido ahí durante la noche. Se preguntó, donde andaría Henri y
recordó que tenía que ir a la cercana ciudad por un tema de permisos y trámites
burocráticos, para los que le había pedido un adelanto.
- Señora, ¿entrevistó usted ayer a un hombre que dice llamarse Henri Laurent y ser chef de cocina?
- Sí y le estoy
esperando, ha ido a hacer unas gestiones. ¿hay algo de malo en eso?, dijo
Trini, sacando parte de su aguerrido carácter, y haciendo gala de la escasa
confianza que generaban en ella los uniformes policiales.
Dejó a los agentes con la palabra
en la boca y corrió despavorida hasta llegar frente a la abierta y vacía caja fuerte a la que rodeaban papeles
esparcidos por el suelo.
QUE ESTUPENDA MANERA DE COMENZAR EL VIERNES, MENUDO RELATO SENSUAL Y AL MISMO TIEMPO AL MÁS PURO ESTILO AGARA CRHISTIE. BRAVO AUTOR.
ResponderEliminarUn personaje bien descrito, mucha labia y tropezando con todo en la cocina. Y ejerciendo de lo que mejor sabe hacer, un ladrón excelente que lleva a la ruina al proyecto de hotel Trinitorum, bien contado Manuel.
ResponderEliminarToda una puesta en escena en donde el personaje principal con su certera descripción, toma vida ante los ojos del lector con tanta sutiliza como con la astucia que le caracteriza. Y de nuevo, Trini, a pesar de su experiencia, se convierte en victima aturdida por la atracción y ese inevitable destino que, al parecer, le lleva al engaño.
ResponderEliminarMuy originales y sugerentes los nombres de los platos de los que presume el falso chef. Tal vez el autor debería patentarlos.
Solo la descripción metafórica de los platos es un poema en sí. Buen relato Manuel.
ResponderEliminarManuel ha puesto fin a este relato con la llegada de la policía, buscando a este farsante, que ha servido para enterarnos de sus antecedentes delictivos. No obstante, ya había quedado en evidencia haciendo la tortilla. Una vez más, Manuel, nos da muestra de su facilidad en crear historias, ordenadas y con las exigencias del guion.
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