EL RELATO DE JULIO. CRISTORIAS 6

 ¿ ALGO PARA RECICLAR ?                                        FERNANDO JIMÉNEZ

Todo lo que os voy a contar a continuación nunca ocurrió, o sí. En cualquier caso si en algún momento tuviera que declarar ante el un juez, por supuesto, lo negaría todo. 

Cuando por fin me vi con la mochila a mi espalda a las puertas del camping algo dentro de mí me decía que aquella no había sido una buena elección. La voz de mi exmarido resonaba en mi cabeza , “ te crees que aún eres una adolescente, acabarás haciendo el ridículo”, si os cuento la verdad, hacer el ridículo era lo que menos me preocupaba en aquel momento. 

No he posado aún la mochila en el suelo cuando oigo que alguien grita mi nombre ¡ Cris, Cris, Cristina !  Al volverme  veo a una mujer rubia, medio desnuda, y con más mierda que el sobaco de un murciélago que avanza hacia mi con los brazos de par en par, con la intención de abrazarme. Intento reunir en mi cerebro todos reflejos de que dispongo para intentar identificar a aquel espectro antes que llegue a mi altura. No, por dios, no puede ser…la Trini, no la veía desde aquel verano en que cumplimos la mayoría de edad. Por un momento creo que voy a desmayarme, pero sus brazos me rodean el cuello y lo evitan, aunque su peste a sudor y marihuana casi me rematan.  

La Trini…coincidí con ella el verano que cumplíamos los dieciocho.  Mis padres permitieron que pasara el verano sola en el pueblo de mis abuelos y a  Trini la habían abandonado en casa de una tía abuela para que intentaran hacer de ella una persona de provecho. Ambas nos habíamos criado en el barrio madrileño de Orcasitas. Aquellos dos meses quedarían grabados a sangre y hachís en la memoria de ambas. Después de aquel verano nunca regresamos al pueblo ni  volvimos a vernos, hasta ésta tarde.  

Después de tantos años sin ver a la Trini me pareció una descortesía darle un par de besos y despedirnos sin más, pero en aquel momento era lo que el cuerpo me pedía. Se vinieron a mi cabeza un montón de recuerdos y de imágenes de cuando éramos casi unas crías, pero sobre todo recortaba lo cabrona que podía llegar a ser la Trini. Al menos en esta ocasión no podría tirarse a mis novios por que yo estaba divorciada y sin compromiso. La fatalidad hizo que la Trini estuviera presente cuando ocurrió el incidente en el camping donde pretendía plantar mi tienda de campaña ( sin mucha fortuna por cierto). Cuando me acerque a pedir disculpas por destrozar la caseta del bulldog de mis vecinos del camping, oí la inconfundible voz de la Trini. ¡ A tomar por culo el chucho de los cojones! Oí gritar a la Trini en un perfecto dialecto de Orcasitas, mientras el perro sobrevolaba el camping hasta aterrizar dentro de un cubo de la basura. En el mismo lugar donde dio  con sus huesos el dueño de Aquiles ( así le llamaban al chucho) tras ir a pedirle explicaciones por el incidente con la Trini. Y yo, que lo único que pretendía era alejarme del mundo en un lugar sosegado, me vi inmersa en la tercera guerra mundial y perseguida por  la loca de la Trini que estaba empeñada en dejarle muy claro a todos que era mi más mejor amiga y que nadie osara meterse con la peña de Orcasitas.  La Trini ya se había liado a mamporros con medio camping y viendo el cariz que tomaba la situación y con la excusa de sacar a Aquiles del contenedor amarillo, Salí huyendo por la playa cual película de “ Carros de fuego”. No dejé de correr hasta que ya no reconocí ni el idioma de los carteles de la carretera. Y eso ocurrió justo antes de caer en brazos de aquel tipo con aspecto de talibán y que olía peor que la Trini. Hola me llamo Julián, me dijo, soy un basurero de Etiopía y estoy buscando a mi perro. No me preguntéis por qué, pero me lancé a sus brazos y pasamos la noche haciendo el amor al cobijo de un contenedor de cartones. 

Esta historia tenía una moraleja, pero a éstas alturas del relato ya no la recuerdo.